Seinfeld no fue solamente la mejor sitcom de la Historia de la televisión norteamericana (y nos quedamos cortos), fue, entre otras muchísimas cosas, una de las ficciones que con más astucia jugó la carta del binomio distanciamiento/empatía. De algún modo, cargándose de toneladas de ironía, extrañeza cotidiana y sorna contemporánea y reduciendo sus cargas emotivas a un 0%, Seinfeld logró que conectáramos con su propio mundo de manera directa y totalmente desnuda, sin aditivos ni efectismos innecesarios. De manera que sobre el papel podía parecer difícil establecer una conexión empática profunda con algunos de sus personajes (neuróticos, freaks o simple e ingeniosamente anodinos) pero en la realidad lo lograba. Y lo mejor de todo es que lo lograba a través del más mezquino, egoísta y desastroso de todos ellos. George Costanza, claro. El bajito calvo con sobrepeso, familia desastrosa y problemas de curro que se moría por estar con alguien del género femenino, que nunca lograba ligar y que cuando lo hacía lo mandaba todo a la mierda con alguna de sus manías inexplicables basadas en, básicamente, el impulso de ser un tocapelotas compulsivo. Ese tipo. Un auténtico cuadro humano, un ser de una imperfección apabullante, un auténtico animal social totalmente asocial, un misántropo desesperado por ser aceptado. Algo parecido al desequilibrio más absoluto. Algo parecido a todos nostros. O a la mayoría de nostros, por lo menos.
Read More›Permitidme que hable desde un cuasitotal desconocimiento sobre la materia, que se retrotrae únicamente a unas pocas y lejanas mañanas de infancia ante aquel Telecinco lazaroviano; el de Tutti Frutti y demás, ya sabéis. Borrosos en mis recuerdos, y en los de muchos compañeros de generación, se abre camino a puñetazo limpio toda una caterva de personajes que configuraban aquello que en este país dio en llamarse Pressing Catch y cuyo pasaporte internacional lo identifica, aún hoy, con las siglas WWE.
Read More›He aquí la tontería del día.
Cuando uno empieza a meterse en esto del guión una de las primeras revelaciones zen que recibe de su mentor -sea quien sea este- es algo así como «Es guionista quien escribe. Si escribes eres guionista, pero tienes que escribir cada día». Perla de sabiduría (categoría duh) que puede ser dictaminada con un distinto grado de salvajismo, desde el mentado hasta un más contundente y sargentoHartman-esque «¡Escribe, coño! ¡Escribe, escribe, ESCRIBE!». Algo cuyo fondo, por supuesto, suscribimos desde aquí. Cada día, todos y cada uno de ellos, uno tiene que sentarse un rato y darle a la almendra hasta que salgan cosas. Desde esa escena enquistada hasta la más soplapóllica reflexión de adolescente tardío ante un diario personal. Desde una reseña para un libro hasta un sketch para una serie de éxito nacional que se emite cada noche en prime time en el interior de tu cabeza (y sólo ahí, no te engañes). Da igual, lo importante es ordenar pensamientos creativos y plasmarlos en algún folio en blanco o en la pantalla del ordenador, del smartphone o lo que sea.
Read More›